Jesús descubre que el mayor enemigo del Reino es la ley entendida como un valor absoluto e incuestionable. La ley es importante, pero debe estar guiada por el respeto, el amor y el cuidado hacia la persona concreta. Cuando la ley se vive de manera rígida, oprime y destruye al ser humano. Para Jesús, “dejar de hacer el bien” en sábado, negando la curación a alguien que lo necesita, es un pecado.
El discípulo del Reino no puede limitarse a “no hacer el mal” o cumplir con normas, pensando que eso es suficiente. El Reino exige acción, para que la vida nueva se haga realidad de manera concreta, tanto en lo personal como en lo social.