El sábado está pensado para el bien del hombre. Es un día para el encuentro con Dios, con la comunidad, con la naturaleza y con nosotros mismos. El descanso es un gesto profético, que hace bien a quien necesita salir de la rutina y recuperar el sentido de las cosas. El día del Señor es también el día del hombre. Los cristianos hemos transferido este sentido del sábado al domingo, día en que celebramos y participamos en la resurrección de Jesús.
La ley debe ser un medio para facilitar la convivencia humana, no una forma de opresión. El espíritu de la ley debe estar siempre al servicio de Dios, para glorificarlo, y al servicio del ser humano, para dignificarlo. La crítica de Jesús a la esclavitud del sábado nos invita a liberarnos de una religión de observancia formal y a seguirlo por los caminos del amor liberador y constructivo.