Jesús justifica la omisión de la práctica del ayuno a partir de la imagen de la boda. En esa situación festiva lo propio es expresar la alegría comiendo y bebiendo. Y tal es la circunstancia que Jesús insinúa que se está viviendo al referir que el «esposo» está presente. Los prodigios obrados por Jesús manifiestan que ya se están celebrando las bodas de Israel (cf. Is 62,4-5). No cabe entonces lugar para la aflicción.
Pero Jesús aclara también que llegará el momento de la partida del Esposo, y entonces habrá lugar para demostrar la aflicción. Por ese motivo los discípulos de Jesús hoy ayunamos. Porque a pesar de haber conocido al Esposo que ya ha venido, éste aún tiene que retornar a completar su obra. En espera de la consumación de la redención los creyentes acompañan con el ayuno la aflicción de los que sufren en el mundo.