Los milagros de Jesús no buscan solo la curación física, sino que son señales del amor y el querer de Dios por sus hijos. Además, nos invitan a asumir una nueva actitud frente al sufrimiento, el dolor, la exclusión y la muerte. Jesús quiere que cada persona reconozca su dignidad como hijo de Dios, que sepa que no es el cumplimiento rígido de la ley lo que libera al ser humano, sino vivir en libertad, amor y responsabilidad para alcanzar una vida más digna y humana.
Un ejemplo claro es la curación de la suegra de Pedro: Jesús la sana, y ella se pone a servir. Su curación no es solo para que se sienta mejor físicamente, sino para que viva en servicio y amor hacia los demás.
Jesús no solo sana a muchos más enfermos y endemoniados; también busca momentos para estar a solas, orar y mantenerse en comunión con el Padre antes de seguir predicando en otros pueblos. No se queda en Cafarnaún disfrutando del éxito. Él ha venido a evangelizar a todos. Su misión no tiene límites; debe llegar más allá de una ciudad o un grupo pequeño.