Muchas veces se busca el poder para dominar a otros, y se lo exhibe para intimidarlos. El Evangelio nos presenta otra forma de poder y otro modo de manifestarlo. A Jesús se acerca un necesitado, que expresa su confianza y su deseo de curación. Jesús se identifica con la voluntad del otro. No se impuso sobre la otra persona, sino que se puso a disposición de ella.
El poder del Reino de Dios es diferente de los poderes que rigen nuestro mundo. No se aplica para disponer de los más débiles, sino para ponerse al servicio de ellos. No se presenta como amenaza de destrucción o de sometimiento, sino como oferta de vida y de libertad. No busca exhibirse a sí mismo, sino que se preocupa de que sean acogidos en la comunidad los que por cualquier motivo debían vivir aislados.
Dios nos ayude a descubrir el gran poder que tenemos: el poder de hacer el bien.