Jesús se presenta como el Siervo de YHWH destinado a ser «alianza del pueblo y luz de las gentes, para abrir los ojos ciegos, para sacar del calabozo al preso, de la cárcel a los que viven en tinieblas» (Is 42,6-7).
Como la liberación anunciada por el profeta del final del exilio había sido muy precaria y no había introducido a Israel en la salvación definitiva, aquel no fue más que una figura del que anunciaría las realidades plenas. El verdadero mensajero y la verdadera liberación estaban presentes ese día en la sinagoga de Nazaret.
El cumplimiento proclamado por Jesús se verificará en las curaciones realizadas a lo largo del Evangelio, pero, sobre todo, a través de las conversiones y los repetidos gestos de perdón: «No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores» (Lc 5,32); «el Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido» (19,10).
Dios nos ayude a alegrarnos por su gracia y su perdón. Que esa sea para nosotros su Buena Noticia.