El signo de que Dios está obrando es que le traían a todos los que sufrían; Él curaba toda enfermedad y toda dolencia. La misión de Jesús incluye también la sanación, la curación de los enfermos. Su misión es decir y hacer, proclamación y transformación. El Niño de Belén ahora se manifiesta como el Mesías enviado por Dios, enseñando, proclamando el Reino, curando a los enfermos y liberando a los poseídos. Y la multitud cree en Él y lo sigue.
Ser discípulo de Jesús no puede ser sino reproducir en nosotros una respuesta ante la vida idéntica a la de Jesús: «vivir y luchar por la misma causa», el Reinado de Dios. Nuestra vida tiene que anunciar el «Evangelio del Reino», la buena noticia que está llegando, y hacerlo ayudando, curando heridas, liberando de angustias y miedos, «haciendo el bien», como se dijo de Cristo Jesús.