La tradición bíblica señalaba la creación (Sal 33,6.9) y los acontecimientos de la historia de Israel (Sal 107,20) como los lugares de la comunicación de Dios, la expresión de su designio o Palabra, mediante la cual manifiesta su presencia y ejerce su acción.
El prólogo del IV Evangelio afirma que en la vida concreta de una persona que ha vivido en nuestro mundo, en la historia de un hombre llamado Jesús, es donde se ha manifestado de un modo totalmente transparente la actividad de Dios, su sabiduría, lo que quiere para la vida de los hombres. En la existencia histórica de Jesús podemos contemplar la imagen de la bondad de Dios: «Porque la Ley fue dada por medio de Moisés; la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo» (Jn 1,17).