Zacarías, en ese momento, asiente a la decisión de su esposa y confirma que su hijo será llamado Juan. Las palabras nuevas, recibidas en el silencio del Santuario, se han grabado en su corazón con más fuerza que la tradición de sus antepasados. Al decir el nombre de su hijo, Zacarías recobra la capacidad de hablar.
Este silencio nos prepara para que la experiencia de la Palabra de Dios en nosotros nos capacite para nombrar a nuestros hermanos y a todas las cosas con el nombre que Dios les ha dado. De esta manera, nuestras palabras serán expresión de actitudes llenas de amor, respeto y preocupación por el bien de todos, mostrando así el cumplimiento de la esperanza que Dios ha puesto en el corazón del mundo.