Hoy, María sigue presente en el corazón de los creyentes, en quienes confían en que las promesas de Dios se cumplirán: la libertad, la justicia y la vida nueva. María, como servidora, es también el modelo de una Iglesia misionera, donde todos tenemos un lugar y una misión.
Nuestra tarea es similar: recibir a Jesús para dar a Jesús. Y con Él, llevar esa alegría que supera toda alegría y ese amor que está por encima de todo amor. El Señor también nos ha ungido con su Espíritu para llevar la Buena Noticia a los pobres, sanar a los enfermos, liberar a los cautivos y cuidar de los más pequeños y desprotegidos.