Para poder cargar con su yugo, nos invita a ir a Él, porque nos quiere cercanos, discípulos en la escuela del amor, en la que se aprende por la gratuidad del compartir. Solo en esta escuela se puede aprender el verdadero sentido liberador de la ley. Jesús no exige menos que los demás rabinos; exige de otra manera. Abre primero la puerta del reino de la misericordia a los “pobres” y a los “mansos”; después los invita a una nueva “justicia”.
Jesús hoy pide que nos acerquemos a Él porque su yugo es el más liviano. Y no es que no implique luchas, desalientos y hasta persecuciones. La carga ligera que nos ofrece es la experiencia del Evangelio, que nos enseña a amar y a perdonar, a ser solidarios con los que sufren, a compartir lo que tenemos, a crear un mundo más justo y más humano en el que podamos vivir como hermanos, como amigos.