Jesús abre un nuevo camino para conocer a Dios. Este conocimiento no proviene de la ciencia o la sabiduría humana, sino de la sencillez y la humildad. Es un camino que transforma la vida a través de la justicia según el Evangelio, promoviendo solidaridad, fraternidad, entrega y comunión. Este modo de vivir destruye el egoísmo y busca la plenitud de la creación.
Los sabios y poderosos, en su autosuficiencia, no necesitan esta sabiduría. Pero para los pobres, una palabra de consuelo o una mano amiga tienen más valor que cualquier tratado. Ellos, acostumbrados a vivir de lo esencial, saben descubrir lo invisible. Así es el camino de Jesús y el que estamos llamados a seguir. Su misión, aunque pase por el aparente fracaso, siembra esperanza y fidelidad en quienes confían en Él.