Aunque lo viejo, lo decepcionante o el cansancio nos pesen, esta invitación a levantar la cabeza nos recuerda que Dios, quien en Cristo se acercó a nosotros, sigue siendo Emmanuel, el Dios con nosotros. El Evangelio, con sus imágenes apocalípticas, nos desafía a mantenernos de pie, a levantar la mirada, incluso frente a las dificultades y el miedo, porque aún hay lugar para la esperanza.
Esta liberación se vive como el nacimiento del Hijo del Hombre dentro de nosotros, en el “Belén” de nuestra vida. Allí, donde construimos con lo que tenemos, entre sueños que se desvanecen y logros que nos animan, luchamos entre el pesimismo y el miedo, pero seguimos apostando por la esperanza.