Jesús mismo vivió esta entrega total. No se aferró a su condición de Hijo de Dios, sino que se despojó de todo y asumió nuestra miseria para elevarnos a la dignidad de hijos en Él. Su amor fue extremo: dio su vida por nosotros.
Con su estilo de vida, nos invita a darlo todo por el bien de nuestros hermanos. Nuestra vida, ofrecida con generosidad, amor y servicio en comunión con Cristo, se convierte en causa de salvación para todos.
Así, la entrega total, como la de la viuda y la de Jesús, es el camino para vivir el Reino de Dios, transformando nuestra vida y las estructuras humanas en una nueva realidad según su voluntad.