El sacrificio de Cristo tiene como núcleo la obediencia. Aceptar su Palabra es aceptar su presencia y el proyecto de salvación que propone. La Palabra de Dios se revela en los acontecimientos de la vida, mostrando su presencia en el mundo.
Frente a estas intervenciones divinas, tenemos dos opciones: aceptarlas o rechazarlas, tal como ocurrió durante la predicación de Jesús en Jerusalén. Nuestra elección define el valor de nuestra fe y nuestro encuentro con Dios, quien da sentido a toda nuestra existencia.
Jesús nos invita a convertir nuestras comunidades y nuestras vidas en verdaderos lugares de culto al Dios de la Vida. Su intervención en el templo es un llamado a vivir nuestra fe con autenticidad y sinceridad.