Nosotros también somos como Zaqueo: buscamos a Dios desde nuestra fragilidad. Aunque nuestra estatura espiritual sea pequeña, Jesús siempre encuentra la manera de mirarnos y entrar en nuestra casa.
Reconocer nuestra pobreza y debilidad no debe llevarnos a la desesperación, sino a confiar más en Cristo. Aunque nos rompamos en mil pedazos, siempre podemos volver a Él, porque “el Hijo del Hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido.”
Su presencia en nuestra vida se hace real cuando tomamos el camino del amor servicial: dando de lo nuestro y entregándonos a los demás.