El evangelio nos muestra que necesitamos la curación que solo Jesús puede darnos. Recuperar nuestra visión significa abrirnos a la realidad con fe y seguirlo por el camino de la vida. Como el ciego, estamos invitados a clamar con insistencia, incluso cuando todo a nuestro alrededor parece querer callarnos.
El grito del ciego, al igual que el de la viuda que pide justicia, es un eco del clamor de los pobres y de quienes buscan sentido en sus vidas. Este grito persiste en un mundo que intenta silenciarlo, pero no puede apagarlo. Es el grito de quienes, en medio de su oscuridad, buscan a Jesús, creen en Él y encuentran en ese encuentro la fuerza para ser sus discípulos.