Cristo no esperó un “día extraordinario”; vivió fielmente su humanidad, siendo “su día” aquel en que permanecía fiel a Dios en cada momento de su realidad.
El Reino de Dios es una realidad palpable aquí y ahora. Donde Dios, a través de Jesús, interviene y salva una vida; donde hay personas que, como Jesús, tienen la fe y el valor para comprender que esta salvación es un don de Dios y la comparten con los demás; donde hombres y mujeres se comprometen con la justicia por el bien de todos, allí ya ha comenzado el Reino de Dios.