ORANDO CON LA PALABRA

De los diez leprosos curados, solo uno volvió para “dar gloria a Dios”, reconociendo que su curación era una obra de Dios, sin mérito propio. Los otros nueve, judíos, pensaron que ser purificados era un derecho por ser parte del pueblo elegido, y no sintieron la necesidad de agradecer. Volvieron al templo sin comprender que, en Jesús, se habían encontrado con Dios, más allá de las prácticas religiosas.

La salvación está abierta a todos: judíos, samaritanos, gentiles. Pero requiere la humildad de reconocer la propia necesidad ante el don de Dios y la gratitud de corazón. La fe es la capacidad de recibir la presencia de Dios en nuestra vida; el agradecimiento, la respuesta sincera a ese don recibido. Esta gratitud se convierte en misericordia y compasión hacia quienes necesitan ayuda. Así, al vivir esa misericordia, nos convertimos en testigos de Dios para nuestros hermanos.

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«El tarro de harina no se agotará ni el frasco de aceite se vaciará, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la superficie del suelo» (Rey.17,14)

Lecturas del Domingo XXXII del Tiempo Ordinario (Ciclo 'B', 2024) –  Comunidad Católica Latina en Bangkok

LA HOMILÍA EN LA PARROQUIA

Diego – 17/11/2024

REFLEXIONES VARIAS

CÁRITAS PARROQUIAL

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I SÍNODO ARQUIDIOCESANO – DOCUMENTO FINAL

3 MINUTOS DE RETIRO

MENSAJES DIARIOS DEL PAPA

He recibido una carta de un joven de Ucrania que escribe: “Padre, cuando recuerde nuestros mil días de sufrimiento, recuerde también los mil días de amor, porque solo el amor, la fe y la esperanza dan un verdadero sentido a las heridas”.

Cuando los niños son acogidos, amados, custodiados, tutelados, la familia está sana, la sociedad mejora, el mundo es más humano.

San Agustín decía: «Si amas la unidad, todo lo que en ella es poseído por alguien, ¡lo posees tú también!».