El uso de los bienes y del dinero es ineludible, pero con ellos se pueden hacer infinidad de cosas nobles y positivas. Jesús llama a esto “hacer amigos”, es decir, administrar los bienes y el dinero con justicia y equidad; no utilizarlos para el propio provecho, sembrando injusticia, dolor y muerte.
Los bienes de la tierra han sido ofrecidos para establecer la comunión entre todos los hombres. El dinero debe servir para hacernos amigos, y eso solo es posible si somos capaces de compartirlo con los demás.
El dinero está a nuestro servicio, no nosotros al suyo. Darle al dinero su valor de mero intercambio y trabajar por un mundo construido sobre la base de la solidaridad, en lugar de sobre el acaparamiento, el dominio y la usura, es la consigna de vida para el discípulo.