La fecundidad de la Iglesia no depende de su capacidad de influencia, ni de una presencia masiva en los medios, ni de aspectos externos que generan admiración. Su fuerza transformadora reside en su presencia silenciosa y cotidiana, que da sentido a la vida de las personas. Con paciencia y constancia, empapará las estructuras humanas con la fuerza del Espíritu, y con amor generoso y sacrificado transformará a toda la comunidad para que sirva y se comprometa con los más necesitados. La enseñanza de Jesús se expresa de forma sencilla y sin estridencias, reflejando los valores del Reino.
ORANDO CON LA PALABRA
