Todos, de alguna manera, somos como Bartimeo: ciegos y mendigos. Nuestra condición humana es a menudo angustiante y dramática porque nuestros deseos van más allá de lo que la vida puede ofrecer, y el sentido de la vida se nos presenta como una gran incógnita. Muchos intentan responder a esta búsqueda a través de espejismos y falsas seguridades, pero en el fondo, estamos pidiendo misericordia, buscando rescate de nuestra propia condición.
Solo con la luz del Evangelio podemos iluminar el misterio de la vida. El misterio del ser humano solo se esclarece a la luz de Jesucristo.