Confesar que Jesús es “el Cristo” significa reconocerlo como aquel que viene de Dios para hacer presente el reino del Padre en el mundo, aceptando su destino y las paradojas que trae el Evangelio: negarse a sí mismo, cargar la cruz, perder la vida para recuperarla en Cristo. Jesús no buscó la cruz por la cruz misma. Jesús habla de la cruz como una consecuencia de seguir su camino. El discípulo de Jesús elige seguir su ejemplo, sacrificando todo y renunciando a todo por la libertad de amar sin límites.
Jesús no nos pide que renunciemos a esta vida para obtener otra, sino que nos exige proyectar nuestra existencia en términos de entrega, no de posesión. La vida se posee plenamente solo cuando se entrega a los demás. No se trata de renunciar a la vida, sino de vivirla según el amor.