La gente de Nazaret conocía demasiado bien al hijo del carpintero, y no logró descubrir en él a quien está marcado por el Espíritu; sin embargo, en ese hombre creemos que se concentra toda la posibilidad de unión entre los hombres y Dios. No sólo su palabra, sino cada uno de sus gestos nos hablan del Dios que camina con los hombres, transformándolos y transformando el mundo. Los caminos del Reino serán la novedad de un Dios que se muestra como compasión, cercanía, perdón y amor.
De igual manera, nos puede suceder a nosotros que, en la medida en que nuestras expectativas personales no se cumplen, no somos capaces de ver el bien que existe en la vida de los demás, y todo lo que pueden brindarnos no nos enriquece ni da fruto en nuestra vida.