Nuestro valor como personas se encuentra en lo que vale en nuestro corazón, en lo que deseamos, buscamos y amamos desde lo más profundo. Aunque muchas veces, por debilidad o pecado, nos cueste actuar según lo que creemos o actuemos de forma contraria.
La norma del cristiano es el Evangelio, pero solo cuando se adopta interiormente como una forma de vida. Dejemos que el Espíritu de Dios entre en nuestra vida, en nuestro “corazón”, para que Dios despliegue desde dentro toda su eficacia transformadora, moviéndonos a salir de nosotros mismos y acercarnos al prójimo con el amor con que Él se entregó. Esto nos llevará a amar lo que Él amó y a vivir una vida generosa y con sentido… y todo lo demás vendrá por añadidura.