Vigilar no es vivir con miedo, sino responder de manera responsable a Dios. El Señor espera nuestra respuesta de fe y amor constante y paciente, en medio de nuestras ocupaciones. Nuestra respuesta es personal e intransferible, como lo muestra la negativa de las vírgenes prudentes a compartir su aceite con las vírgenes necias.
No debemos posponer el encender la lámpara del amor a Dios y a nuestros hermanos. La preparación para el encuentro final no se puede improvisar; se construye durante toda la vida. La perseverancia en momentos críticos, incluso frente a la muerte, se forma a lo largo de nuestra existencia.