La hipocresía denunciada por Jesús refleja una trampa común en la actitud religiosa: centrarse en mantener estructuras y fachadas mientras el interior no crece ni se desarrolla. La tentación constante para el creyente es usar la religión como una máscara que oculta su verdadero interior.
La lucha del hombre de fe es combatir la hipocresía de predicar sin practicar, decir sin hacer, aparentar sin ser. Jesús reafirma la ley suprema del amor a Dios y al prójimo, un amor sincero que nos lleva a la humildad, a servir a los demás y a permitir que la luz del reino brille en todo y en todos.