Jesús invita a sus seguidores a aprender de lo que enseñan los fariseos, pero no a imitar su actitud. Aunque los fariseos enseñaban muchas cosas valiosas de la Sagrada Escritura, no estaban dispuestos a comprometerse con las exigencias reales de la Palabra de Dios. Al excluir a los débiles, a los ciegos y a los pecadores en nombre de una multitud de preceptos, demuestran que no han comprendido la esencia de la ley. Su actitud, en lugar de acercar a las personas a Dios, las aprisiona en un sistema humano al servicio de su propio poder.
La comunidad de Jesús debe basar su existencia en un compromiso auténtico con la Palabra de Dios, que se traduzca en un estilo de vida arraigado en la justicia, la verdad y el amor. Como recordaba Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi, el hombre contemporáneo escucha con más interés a aquellos que dan testimonio vivencial que a los que solo enseñan con palabras.