Llevar el “traje” significa, según San Pablo, “revestirse de Cristo”. La salvación no es automática; requiere una conversión y una actitud de fe coherente con la invitación: Jesús pide no solo palabras, sino obras, y una “justicia” mayor que la de los fariseos.
El “traje de fiesta” es el cambio de mentalidad necesario para participar en la dimensión gozosa del Reino, basado en la gratuidad del amor de Dios y el amor sin límites a los hermanos. Jesús quiere formar a sus discípulos en esta nueva mentalidad; sin ella, es imposible participar del Reino.