Jesús va más allá de la ley y destaca el valor de las personas creadas por Dios y hechas a su imagen. El hombre y la mujer se entregan mutuamente, ya no son dos, sino una sola carne, con el mismo amor y ternura que Dios tiene cuando se entrega a su creación. La reacción de los discípulos muestra las dificultades que trae la ley de la indisolubilidad. Jesús deja claro que esta indisolubilidad no se basa en reglas humanas, sino que es un don divino. El hombre y la mujer se entregan mutuamente a través de Cristo, al mismo tiempo que se aman. Esto solo es posible y tiene sentido a través de la fe; es imposible para el hombre y la mujer si dependen solo de sus propias fuerzas.
ORANDO CON LA PALABRA
