Las ofensas y perjuicios entre hermanos afectan la fraternidad, y esta no se recupera si el perjudicado no gana al ofensor mediante el perdón. La corrección fraterna implica que el ofendido busque a la persona que le causó el problema y trate de hacerle ver su error, rompiendo así el círculo vicioso de las ofensas mutuas. Si el ofensor se niega a reconocer su error, se llama a dos testigos, no para recriminarle, sino para ayudarlo a entrar en razón. Si esto tampoco funciona, el problema se traslada a la comunidad. Este enfoque es exigente y a menudo ingrato e incómodo, y es importante evitar una “caridad cristiana” mal entendida, que puede ser puro escapismo, cobardía o comodidad.
ORANDO CON LA PALABRA
