La barca de los discípulos, zarandeada por vientos contrarios, es símbolo de la Iglesia agitada por problemas internos y oposición. También simboliza nuestra propia vida, con sus tempestades y vaivenes. En ambos casos, sin Jesús en la barca todo parece hundirse. Si lo dejamos subir, el viento calma. c
La victoria es fruto de la fe en Jesús Salvador; una fe que excluye cualquier sentimiento de confianza en uno mismo, de entusiasmo inútil, de temor o de duda. Aunque tengamos que caminar sobre las aguas embravecidas del sufrimiento, físico o moral, entre vientos de oposiciones, no dudemos de la presencia de Jesús; Él no permitirá que la prueba supere nuestras fuerzas.