Para dar verdadera unidad a nuestras vidas, debemos reconocer que, solos, no podemos hacer mucho. Necesitamos ponernos en manos de Dios para lograr una vida que ame, busque el bien y camine en justicia y santidad.
Jesús nos invita a servirnos tanto de lo antiguo como de lo nuevo, poniendo todo al servicio de la vida. No debemos apegarnos únicamente a las grandes verdades del pasado, ni dejarnos llevar por los modismos del presente. No debemos atarnos a lo que siempre hemos sido, ni fantasear con lo que nunca podremos ser. Debemos vivir con sencillez y humildad, pasando todo por el fuego purificador del Evangelio, para descubrir lo verdadero y bueno que hay en cada cosa.