Basta una pequeña porción de levadura para fermentar y hacer crecer una medida de harina. Así también la Palabra de Dios, cuando es recibida en el corazón del hombre, lo abre a la Verdad, a la Justicia y al Amor. De tal manera que, inmersos entre la gente, los cristianos de todos los tiempos se convierten en testigos del alegre anuncio del amor de Dios a toda la humanidad.
El triunfalismo y el poderío van en contracorriente con la propuesta de Jesús. Dios se revela en el corazón pequeño y sencillo que sigue esperando y confiando en sus promesas. Ahí es donde está la semilla y la levadura que transformarán el mundo. Renovemos nuestra fe en el poder del Espíritu Santo, que obra en el silencio, en lo insignificante, y se vale de lo que el mundo desprecia.