“La acción de gracias” de Jesús crea abundancia, pero sin sustituir la colaboración humana siempre necesaria. Dios, a través de la creación, proporciona alimentos para todos; basta con liberarlos de quienes se los apropian para que vuelvan a ser dones de Dios para toda la humanidad. Que todos puedan comer es obra del amor y la acción de Dios, unidos al desprendimiento humano: dar todo sin reservarse nada.
La solución no estaba en una acción mágica de Jesús, sino en algo al alcance de todos: compartir los bienes que Dios ha dado para todos. El signo de Jesús alimentando abundantemente a la multitud es fundamentalmente un compartir lo que se tiene y lo que se es, aunque parezca muy poco.