Es difícil aceptar que en una realidad ambigua y mediocre crezca el Reino de Dios. A veces nos desanimamos porque el poder de la maldad, la corrupción y la violencia en el mundo es tan fuerte que sentimos la tentación de desistir de la misión.
Lo importante es descubrir las señales del Reino y potenciarlas, y no favorecer nada que nos conforme con la mediocridad. Aun viviendo sumergidos en una mezcla de bien y mal, no debemos permitir que esto impida el avance de la vida del reino.