La capacidad para comprender la Palabra no es un privilegio dado a algunos y negado a otros. La comprensión es fruto de una apertura de corazón a su Palabra, de un camino de conversión y acercamiento a Jesús, y requiere esfuerzo. No es un simple oír la Palabra y dejar que pase exteriormente sin que toque y cuestione la vida.
Para quien ha hecho un camino serio de apertura a la Palabra de Dios, todo lo que sucede es ocasión de crecimiento, por eso está en condiciones de recibir más. Pero para quien no ha recorrido este camino, lo poco que podría tener lo pierde. La causa de tal cerrazón es el corazón endurecido que no deja penetrar la ‘buena nueva’ de Cristo.