Jesús anuncia la Palabra confiada por el Padre a todos, sin distinciones y sin reservas. No busca sembrar en el mejor de los terrenos para asegurarse la mejor de las cosechas. Él ha venido para que todos «tengan vida y la tengan en abundancia». Por eso, no escatima en desparramar generosamente, ya sea «a lo largo del camino», como «entre piedras», o «entre espinos».
Dios no tiene límites para ofrecer su bendición. La pequeña porción de semilla que cayó posiblemente en un rincón del terreno, en un trozo de tierra abonada, creció y dio mucho fruto. De modo semejante ocurre con la Palabra de Jesús, que tendrá una fecundidad extraordinaria en la reconoce como la voluntad del Padre y está dispuesto a recibirla y ponerla en práctica.