Jesús siente compasión de la multitud, pues andaban como ovejas sin pastor, y se pone a enseñarles.
Es la misma compasión que siente antes de cada milagro o curación. Siente compasión cuando ve a la multitud hambrienta. Siente compasión cuando cura a los ciegos. Esta compasión no es lástima, es compartir la misma pasión, el mismo sentir, el mismo dolor, porque se siente desde las entrañas. No desde arriba, no desde el poder, sino desde abajo, desde el mismo sufrimiento, desde la misma angustia. De allí nace el milagro y la actitud samaritana y el amor del padre ante el hijo perdido.
La pasión por el Reino es la que consume su tiempo y vida. Solo quien ha andado en la vida motivado por una causa entiende estas actitudes de Jesús, que no siente hambre ni fatiga por andar haciendo aquello que está en su corazón y da sentido a su vida.