La fe, según Jesús, no se basa en el conocimiento intelectual o la sabiduría humana, sino en una relación profunda y amorosa con Dios. La sencillez del corazón y la pureza de intención son esenciales para esta relación. Un corazón sencillo puede ver y entender lo que los sabios y entendidos del mundo no pueden.
La vida cristiana auténtica se manifiesta más en el testimonio silencioso y en las acciones de amor que en las palabras. Jesús nos enseña que el verdadero conocimiento de Dios se refleja en la manera en que vivimos y amamos a los demás.
La sabiduría de Dios es una paradoja para el mundo. Lo que parece debilidad y locura desde una perspectiva mundana es, en realidad, la manifestación del poder y la sabiduría de Dios.