No debemos temer a aquellos que nos persiguen, difaman o incluso torturan. Más bien, debemos temer a quienes buscan eliminar ideas, exterminar proyectos de vida, apagar sueños y destruir la esperanza.
Una Iglesia que se fundamenta en Jesús será fortalecida por el Espíritu Santo para mantener firmeza en la fe. La fe se pone a prueba en la persecución y se fortalece en el martirio. Vivir plenamente el Evangelio nos confirma en el seguimiento de Jesús a pesar de los ataques y adversidades.