Quienes enfrentan rechazo y persecución no por sus malas acciones, sino por su compromiso con el Evangelio y la vida en Cristo, encontrarán salvación. La verdad de la fe se demuestra en la constancia y fidelidad a pesar de las adversidades, y es la gracia de Dios la que fortalece y sostiene a los creyentes para resistir y perseverar hasta el final.
La convivencia entre la Iglesia y el mundo es complicada y a menudo conflictiva. El mundo al que la Iglesia lleva el mensaje de Jesucristo no es neutral, sino que está bajo la influencia del “príncipe de este mundo”, es decir, el enemigo espiritual. Los cristianos han renunciado a seguir este dominio para pertenecer completamente a Cristo y su reino.