Una está siendo abandonada por la vida debido a las hemorragias que sufre desde hace doce años; la otra, posiblemente de doce años, está naciendo a la vida, pero se abandona a la muerte por un futuro sin perspectivas dignas. En una sociedad que las excluye, Jesús las tiene en cuenta especialmente. Su presencia y calidad de amor restauran la vida. A ambas, de alguna manera, las devuelve a la vida.
Podría afirmarse que Dios se deja “manipular” por nuestra fe, pero no admite que lo tentemos por desconfianza. Él mismo quiere “obligarse” y “atarse” con nuestra fe; por eso nos invita a pedir con insistencia. Él es nuestro Padre y no quiere negar nada de lo que conviene a sus hijos.
En Jesús encontramos no solo sanación física, sino también inclusión, dignidad y restauración.