Jesús también confronta la actitud autosuficiente e inmisericorde de los fariseos, señalando que aquellos que no reconocen su necesidad de curación espiritual no pueden ser sanados. Jesús simboliza su papel como “médico” que cura la enfermedad del pecado, la más profunda según su enseñanza.
La inclusión de los excluidos en la Iglesia refleja la comunión con el deseo salvador de Dios, quien ofrece su reino como gracia y amor para todos, no como un premio por buena conducta, sino como el perdón y la gracia que buscan los pecadores. Los caminos y el juicio de Dios son diferentes a los nuestros, y su llamado es una invitación amorosa y persuasiva hacia la transformación espiritual.