Los exorcismos demuestran cómo los demonios no tienen realmente poder alguno y quedan sometidos instantáneamente a la palabra de Jesús. Hay un solo poder con el que los hombres deben contar, y es el poder de Dios, que vence cualquier otro poder.
Dios nos ama principalmente con un amor de Padre. Sin embargo, su infinito poder llega hasta donde se lo permite nuestra “poderosa” libertad. Los lugareños muestran la estrechez y mezquindad de las que es capaz el corazón humano cuando algo contradice sus planes o intereses.
A Dios no se le escapa el mundo de las manos. Dios siempre “dispone todo para el bien de aquellos que ama”, a pesar de los impedimentos que le podamos poner. De hecho, nuestros impedimentos son, antes que nada, impedimentos para nosotros mismos.