En tiempos de Jesús, la lepra no solo era una enfermedad física, sino una condición que excluía a la persona de la comunidad y de la presencia de Dios en el Templo.
Este hombre reconoce en Jesús su última esperanza. Pone toda su confianza en él. Pero no lo obliga con su pedido, sino que lo deja a su voluntad. Rompe con la norma y se aproxima para pedirle la curación con las sencillas palabras de un pobre del Reino: “Si quieres”. Jesús responde de la misma manera, y rompe la norma: extendiendo la mano y tocándolo…”.¡El puro toca al impuro y lo purifica! Jesús rompe las normas al tocar al leproso y sanarlo, mostrando que su misericordia va más allá de las restricciones sociales y religiosas. Jesús le limpia la lepra de la piel y sana su corazón. Libera al ser humano de toda atadura.
Jesús continúa pasando a nuestro lado, día tras día. Su deseo es aliviar el dolor y restaurar la vida en todas sus dimensiones. Pero también, espera la misma petición: «Señor, si quieres…