Según Jesús, la fuente de la verdad es Dios y el origen de la mentira y la falsedad radica en el demonio. En consecuencia, la palabra del discípulo debe ser un reflejo de la verdad divina y no requiere juramentos externos para ganar confianza.
La propuesta de Jesús sugiere un cambio radical en el estilo de comunicación. La palabra debe estar conectada a la integridad personal, y no depender de recursos externos como el juramento. Quien sigue a Jesús, vive buscando la verdad.
Quien sea discípulo de Jesús y enviado a evangelizar, necesita ser un ejemplo vivo de una vida íntegra. La mejor prueba de su veracidad debería ser evidente en sus obras, compromiso personal y proclamación del amor de Dios. Cuando la vida es coherente, no se necesitan juramentos: la verdad se manifiesta por sí sola.