La luz es capaz de iluminar y otorgar claridad, a diferencia de la oscuridad. Jesús también les pide a sus discípulos que irradien luz hacia los demás. Él dijo que era la Luz verdadera y pide lo mismo a sus seguidores: que, al ser iluminados por Él, puedan iluminar a los demás.
La Iglesia tiene la vocación de irradiar esta luz en el mundo. Si la Iglesia no se mantiene fiel a su esencia y misión, no solo pierde el su propósito, sino que también privará al mundo del salvador. Esta luz no es la doctrina más brillante, ni el culto más precioso, sino la vida vivida a la luz de las bienaventuranzas con coherencia y alegría. Y esto, lo hacemos, junto a todos y para el beneficio de todos, creando nuevos lugares de justicia, verdad, amor, de belleza y solidaridad desde una injertado profundamente en Dios. Ser sal y luz es convertir las bienaventuranzas en una realidad en nuestra vida.