La Iglesia no tiene como misión adquirir poder ni establecerse en un lugar específico. Debe tener como propósito ser el símbolo visible de la reconciliación del mundo con Dios. Nunca buscar dominar el mundo sino enfocarse en transformarlo mediante la influencia y testimonio de sus miembros.
La misión de la Iglesia es enviar a sus miembros al mundo solo con la fuerza del evangelio, para que sean agentes de cambio y muestren la salvación de Jesucristo.