
En tiempos antiguos, el Monte Carmelo, en Palestina, recordaba las hazañas del profeta Elías.
En el siglo XII, algunos hombres, «ardiendo de celo por el Dios vivo», se agruparon allí bajo una regla común y llevaron una vida eremítica. Así nació la Orden del Carmelo, que se puso bajo la protección de María, la Virgen de Nazaret y la Madre de los contemplativos.
Su distintivo es el escapulario, entregado por la Virgen, según la tradición, a san Simón Stock a mediados del siglo XIII.